31.1.08

·· Impresiones de una Coyuntura Inestable · Rachel Weiss

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Escultura de paseo, 1990 / 31x20x17 cm. / Piedra arenisca y elementos metálicos


Impresiones de una coyuntura inestable
Rachel Weiss*
Texto para el libro/catálogo +Acreció (Casal Solleric · Palma de Mallorca · diciembre de 1999)


Roca rebotada, verdadera y extraída del sueño. Una piedra gigantesca planea en el aire. Marcas cuadriculadas (auténticas) alisan el espacio frente al horizonte imposible (sueño). “Cuando alguien piensa que está en la senda correcta –dice Socías-, ya no existe, y el horizonte tiene otras medidas y una orientación totalmente diferente”. Un amplio espacio aéreo se siente de algún modo íntimo, una perspectiva privada, una pequeña abertura que se abre hacia dentro. No es por nada que tantas obras de Antoni Socías enmarcan su propio rostro, y que este rostro permanece desconocido, irreconocible, siempre.
En su trabajo artístico de fragmentos, Socías imagina un mundo que es un rompecabezas en el que uno entra, a veces claro, enigmático, empalmado y destapado, en encubierta paradoja. Tomadas en conjunto, sus misteriosas narrativas relatan no tanto una historia con fogonazos estroboscópicos. El proceso del arte como proceso de pensamiento: “El universo entero de materia caliente en un estado de agitación constante. Las fantasías corren libremente mientras el tráfico fluye. Las ideas toman forma”. De hecho, el conocimiento de la realidad está fracturado en su mayor parte, minúsculas impresiones disparando constantemente a lo que deberías ser puesto en sensatez, cuentas de un cordel de nombrar y ordenar y recordar. Se podría decir que Socías trabaja en un tiempo inestable antes de que el proceso obscurezca la extrañeza.
El maestro táctico Socías recluta humor y duda. En su Un catálogo pequeño... (Galería Gianni Giacobbi, Palma de Mallorca, 1999), se refiere a su especial “relación con el mundo de los volúmenes”. En las páginas del libro se muestran varios objetos hechos con los materiales más determinados –piedra, metal, madera- que se añaden a la confusión de herramientas. Escultura de paseo, dice, es “un tipo de bala grande y gorda” que tiene un asa “para llevarla cuando se va de paseo”. Por todo el trabajo de Socías afloran absurdos como éste, como presencias más benévolas que sarcásticas, adjuntando el mundo de lo familiar, de los “volúmenes”, al de la posibilidad débil y fascinante, un reino en el que la obviedad conduce inevitablemente a la duda. Como si, para enfatizarlo, él nombrara piedras como cerebros, metafisicalizándolos. Cabeza observando desde el suelo, Cabeza hueca, Cabeza plana con rasgos superfluos. El efecto es algo así como el de un halo en zigzag, una banda luminosa alrededor de un objeto o momento que consigue una presencia más fuerte en virtud de lo que le circunda, incluso aún mientras se torna completamente dudoso.
Lo real es un problema complicado en el arte, que es, después de todo, un ostensible medio de comunicarse. ¿Qué puede ser expresado cuando todo se está deslizando dentro y fuera de sentido? El muy particular uso del lenguaje de Socías proyecta su escepticismo de esta manera. En su mezcla de especifidad, matiz irónico y nonsequitur, transforma la descripción cotidiana de la fábula. En el maravilloso texto titulado Cacahuetes, raras meditaciones diarias del más negro humor, una selección cuidadosa de detalles –posiblemente verdad- construyen una sorprendente jerarquía de una detalladas escala del caos.
Casi creíblemente cercanos a la vida, los temerarios eventos de las historias devienen arquitecturas-caos como estructura, armadura. Los títulos de los trabajos revelan un idioma esquemático. En su juego de palabras hay una mezcla de referencias directas y alusiones oblicuas, incluso “mensajes protegidos”, manteniendo secreto parte del trabajo. Socías parece verdaderamente implicado en la comunicación, pero igualmente consciente de cuan cargada está la idea; consecuentemente, él no se engaña ni se consuela por ideas de inteligibilidad directa. Se puede entrar, parece, a través de puertas escondidas. A pesar de esto, hay un sentimiento de que el arte es, después de todo, muy sencillo, de que puede ser capaz de abrirse paso a través de los embotellamientos, de la confusión habitual. Y en cualquier caso, al menos en arte, estar perdido no es necesariamente.
Para ser un narrador de cuentos, Socías tiene un amplio escepticismo de la narrativa, con sus entonaciones de legibilidad, casualidad y linealidad. En fotografía pone mucho de su elegante refutación. Muchas de sus imágenes consiguen una conmoción que parece elevarse desde el intento de abrirse paso, incluso mientras forma capas de tejido que ocluyen el significado directo. El enriquece lo dado (ver fotografía de Gyula Kardos) que para empezar ya es raro. Las imágenes más banales de la muerte, animales pudriéndose a un lado del camino, son memoralizadas dedicadamente con el añadido de momentos inexplicables (zapatos usados, una botella vieja, dientes de ajo), la imagen punteada con barras exuberantes de color. (Ver Naturaleza muerta) . Imágenes del mismo Socías (“autorretratos pasmados”, como dice él; ver Alomar 0), aplanan sus facciones contra cristal que no se ve, una distorsión que aparece en alguna parte entre la mueca y el guiño. Chabola, que en un estado anterior era una fotografía de un monje budista, esconde la distracción del rostro -lleno de expresión- del hombre detrás de las tablas de una caja de empaquetar. Cuando uno se mira estas fotografías más difícil resulta estabilizar la imagen en la mente y, consecuentemente, las posibilidades representadas por ellas (algo que pasó, la apariencia de una persona, una observación etnográfica) también se vuelven desatadas. La imagen es inestable, incapaz de situarse en la representación (¡en cierto punto él incluso sujeta a la pared con candado las pinturas, las fotos y las esculturas!) y el mundo, aparentemente contenido y reconocible, es en realidad un tornado.
En Chabola es la cara la que queda bloqueada, la parte de la foto hacia la que le ojo gravita naturalmente. Sólo con visibles ranuras en la textura, se vuelve imposible para el ojo construir la imagen como un objeto. Socías continúa con esta estrategia en trabajos tales como 2.034 cuadrados, Forty seven + 1 y Slides & Sheep. Second Life, quienes también parecen insistir que hacer imágenes es una práctica engañosa. Hay imágenes ahí, verdad es, pero la gratificación de reconocimiento está contenida y la comodidad de la identidad con lo conocido queda desplazada. Socías pone un marco alrededor de lo que no puede ser visto. A un nivel, esto puede ser un comentario sobre la sobreabundancia de imágenes, lo que acumula en la invisibilidad. Pero en estos grandes collages de diapositivas y pinturas y dibujos cortados, el sentimiento es más bien de mirar dentro, no fuera, de atención de enfoque en los detalles más que en le conjunto (lo que es en sí mismo un gran detalle). O quizás es una manera de enfocar la atención en la distracción. Otra forma de los textos fracturados de Socías, estos trabajos también rompen la coherencia de la narrativa (tras establecer la posibilidad de que tal coherencia pueda ser verdadera) para hacerla prismática. Es un método de preguntas sobre respuestas, preservando un acceso estroboscópico, chispeante intuición.
El de Socías es un arte de sinapsis, de líneas radiantes. La extrañeza de las directivas que da en su trabajo perturba las nociones preconcebidas sobre lo que podría estar diciendo. De los sueños, a veces, recuerdas como un mapa de cristal que las cosas ocurren de una cierta manera. Lo que ahora parecen frente a ti no es una imagen de ello pero, sin embargo, es exactamente la misma, estás seguro. La capa de encima es una fuente de maravillas. ¿Dónde está este mundo que está siendo pensado?


*Rachel Weiss es comisaria independiente de museos y escritora. En la actualidad se encarga del Programa de exhibiciones, administración de estudios y arte de la escuela del Art Institute of Chicago.